Roscón de Reyes y el tontolaba
Este postre por excelencia del día 6 de enero, días de Reyes, poco o nada tiene que ver con el nacimiento de Jesús y el mítico viaje de los Reyes Magos para adorar al recién nacido más famoso de la historia. En realidad, todo empezó en el siglo II antes de Cristo, en las Saturnales romanas o fiestas de los esclavos, unas celebraciones paganas que tenían lugar para festejar el fin de las tareas del campo (Saturno era el dios de la agricultura y las cosechas). Entre los platos que se servían destacaba una torta redonda hecha con dátiles, higos y miel: el roscón de Reyes. En su interior se escondía un haba seca que representaba la prosperidad. Si por casualidad un esclavo daba con el haba, éste quedaba libre por un día y era tratado como un rey. Suponemos que la resaca de este premio duraría semanas…
No fue hasta el siglo IV, que la Iglesia institucionalizó el día de Reyes provocando que el origen pagano de esas fiestas del solsticio del invierno quedara enterrado en la memoria de los tiempos. Aunque el roscón jamás cayó en el olvido.
Con el paso del tiempo, además de un haba, empezó a esconderse en el roscón de reyes una figurita. De manera que la tradición cambió hasta la que es hoy en día: quien encuentra el muñequito es coronado rey de la fiesta y quien da con el haba tiene que pagar el postre. Por eso a éste último se le llamaba “el tonto del haba”, de donde surgió el famoso “tontolaba”.